domingo, 10 de octubre de 2010

Che hace 43 años

Hace 43 años de la desaparición física del Comandante Guerrillero Ernesto Guevara elChe, en estos tiempos tan convulsionados su accionar, su lucha sigue manteniendo la vigencia y ademas la necesidad de que exista para hacer de este mundo un lugarcito mejor para vivir.

El Che es el ejemplo mas claro de hacer lo que se piensa y lo que se dice, por esto, esta imagen de sus zapatos cuando fue apresado en Bolivia antes de su asesinato. El Che fue un hombre que se desprendió de todo por transformar el mundo es una lastima que muchos lo lleven en la boca y no en sus actos.

Quiero repetir algo que he escrito varias veces, pero no me cansare de hacerlo, hoy la burocracia y el adequismo esta consumiendo el avance de la Revolución Bolivariana y no podemos darnos el lujo de fallar, es mucho lo que esta en juego. Así que queremos diputados, ministros, viceministros, Directores de organismos públicos que sus hijos estudien en escuelas bolivarianas y Simoncitos, que vayan a los hospitales públicos y que se monten todos los días en el transporte publico y en el metro, que vivan como ciudadanos de a pie y no en la burbuja que el sistema burocratico-burgues ha creado para ello. Esto ojos con capacidad de decidir haciendo vida con los que esperamos las decisiones, ayudaran a resolver muchos problemas y así juntos pueblo organizado y gobierno podamos construir eficientemente las necesidades básicas de todos.

Ahora publico la carta de Carta de Julio Cortazar al escritor cubano Roberto Fernández Retamar, por la muerte del Che

París, 29 de octubre de 1967

Roberto, Adelaida, mis muy queridos:

Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como sin uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tu sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me averguenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Adelaida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.

Che
Yo tuve un hermano.
No nos virnos nunca
pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,

Julio Cortázar

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